Es increíble ver a los sedientos primeras figuras del ciclismo mundial acarrear botellines. Es el espectáculo que estamos viendo además de las caídas.
Es una vergüenza el estado de las carreteras con medianas y cunetas inaceptables, construidas para que los coches se den la real hostia, con el consiguiente lavado de dinero en las aseguradoras.
Si se la pegan los coches se la pegan los ciclistas que supuestamente compiten en la Vuelta revuelta. Los grandes tours europeos han enviado unas pocas de veces ciclistas de élite en competición directos al hospital un par de meses.
Para el que no lo sepa, a mí, por el golpe que me llevé por un conductor que aparcó su automóvil y abrió la puerta de golpe sin mirar, me duraron los dolores un par de meses, y no digo nada de los moratones en brazos, hombros, cadera y muslos.
Yo iba ese domingo casi dormido a 25 kilómetros hora. Imagínense un golpe a 60 kilómetros hora.
La Vuelta revuelta en pleno agosto circulando por la antigua nacional Málaga-Córdoba a pleno Sol a las 15 horas de la tarde. El moreno de los ciclistas noreuropeos va a ser bestial. Sabrán por qué en España se puede freír un huevo frito sin aceite y sin cocina de gas ni vitro.